DEL HOMO SAPIENS AL INTERNAUTA
Recorrer la historia de la humanidad, desde los
homínidos que se refugiaban en cavernas o en árboles para protegerse de los
depredadores y de las mismas fuerzas de la naturaleza, lleva a evocar las
vivencias sociales que estos pudieron
tener como clan o como tribu. Resulta difícil imaginar hoy, cómo un grupo reducido
de personas en medio de una selva o llanura inhóspita podían pasar una noche
sin las comodidades de un cuarto, una cama o un sillón, protegidos del frío con
ramas y pieles, y cuando aprendieron a
dominar el fuego (para lo que pasaron muchas generaciones), reunidos alrededor
de una fogata, sin el confort del
alumbrado eléctrico, sin TV, sin
internet, sin celulares…
La necesidad de subsistencia de estos, en
desventaja frente a otros animales, los llevó a través de cientos de años a
despertar la creatividad desarrollando el vestido, armas para defensa y caza,
herramientas de trabajo, la manipulación del fuego, la construcción de viviendas.
Dedicado en el día a la caza, al pastoreo, a la siembra, por la
noche su casi única opción era contemplar el cielo y entregarse a la meditación
en búsqueda de respuestas de los fenómenos naturales (el día, la noche, la
luna, el sol, las estrellas, las lluvias, los relámpagos, el florecer de las
plantas, el alumbramiento de los animales, la formación de los ríos , la sequía
y las inundaciones, el agua y el fuego, la vida y la muerte…). Estos procesos
de contemplación y abstracción fueron motores en la evolución y perfeccionamiento
del cerebro adquiriendo la capacidad de razonar y reflexionar, desplegando
la inteligencia humana.
El vivir en grupo les daba mayor oportunidad de
subsistir y el interactuar les permitía fortalecer la comunidad. Surgió así la
necesidad de comunicación. La hoguera que brindaba calor, se convirtió en eje
de reuniones y danzas, siendo esta una las primeras formas de transmitir conocimientos y conservar tradiciones, fue el inicio del “hogar” (este
es el significado de la palabra hogar: calor de hoguera).
La creatividad y el desarrollo tecnológico y
cultural no ha cesado desde entonces, cada vez el hombre logra nuevos
descubrimientos y avanza más en su proceso de invención.
¿Qué maravillosas fueron creaciones como la aguja
de coser, la rueda, la imprenta, la fotografía
, la electricidad y la bombilla eléctrica, el teléfono, la televisión, la
computadora, la internet, los teléfono móviles y los celulares inteligentes…
estos que todavía nos están sorprendiendo?
Pero ¿qué ha quedado de esas noches, -sin energía
eléctrica- acompañada por los sonidos de la naturaleza y la visión del cielo, con estrellas fugaces
desprendiéndose o una luna llena eclipsada por el paso de la tierra?
¿Qué ha quedado de esos hogares que se reunían a la
hora de la cena para escuchar los cuentos de los abuelos, las fábulas y las tradiciones
familiares?
La televisión acalló y separó familias. La internet individualizó la sociedad. Las
amistades ya no surgen al calor humano, se crean con un “clic” en una minúscula
pantalla a cientos y miles de kilómetros. Las máximas expresiones de la
convivencia, el amor y el sexo, se idealizan en una pantalla.
Las grandes masas, ya no tienen que crear, todo
está a la mano de un “clic”, si necesitas palabras dulces, solo da “copiar” y
“pegar”; si necesitas insultar, da “copiar” y “pegar”; si necesitas un
“pensamiento” ya para que pensar, da “copiar” y “pegar”; si necesitas hacer un
cálculo matemático, para qué razonar, da “copiar” y “pegar”, si necesitas un lugar
geográfico, ya no hay que viajar, da “copiar” y “pegar”; si necesitas un libro,
una fórmula, una receta, una traducción, … da “copiar” y “pegar”…
Y de esa capacidad creativa y de abstracción, esa
que permitió el entendimiento de estructuras lógicas, lingüísticas,
matemáticas, planear y crear proyectos, el florecimiento de la inteligencia…
¿qué queda…?
Surge una nueva generación, masificada, en un mundo
globalizado, sin capacidad de crear, razonar ni reflexionar, a merced de grupos
minoritarios que tienen y manipulan el conocimiento y la economía mundial, que
imponen a través de los medios y a su
conveniencia desde la moda hasta las
artes, desde la cultura hasta las ciencias, desde las relaciones familiares
hasta la intimidad.
Grupos minoritarios, amos y dueños del mundo que
lavan cerebros, creando autómatas resignados a su suerte, sin la menor
intención de proyectar una mejor forma de vida, convencidos de vivir en un
mundo feliz, a pesar de las carencias afectivas y económicas.
Una masa humana, condenada al servilismo
inconsciente, sus miradas ya no se dirigen a explorar el cielo, obnubiladas por
las luces de la ciudad, no saben que es una noche estrellada. Como zombis por las calles, en restaurantes y en
discotecas, enajenadas, sus vidas y el mundo están en una minúscula pantalla
que portan en sus manos.
Amalgama de seres, que sin darse cuenta son
conejillos de indias en las que se prueban alimentos transgénicos,
medicamentos, drogas, virus, hormonas,
armas químicas, biológicas y
radiactivas, con quienes se juega al terrorismo y a la guerra, y son piezas en
el ajedrez de la economía mundial, la que se sustenta en el tráfico de
narcóticos, armas y personas.
El hombre actual tiende a ser gregario, no en
cuanto a que vive en comunidad, sino porque se está convirtiendo en dócil,
mediocre y aborregado, y tiende a ser individualista, cruel e indolente
con el semejante, anárquico,
irrespetuoso de las normas y transgresor de los valores.
¿Dónde quedó su inteligencia?, ¿esa que le permitió
evolucionar y coronarse como amo de la tierra?